14.10.07

Las verdades incómodas

El viernes pasado, Al Gore fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su película "Una Verdad Incómoda" y su trabajo de concientización alrededor del mundo sobre el tema del calentamiento global. Como mera coincidencia, unos amigos y yo rentamos esta película justo la noche anterior. Los tres quedamos impactados.

Sin duda alguna, detrás de este documental hay un mensaje político fuerte, principalmente contra los Bush y los republicanos que han hecho hasta lo imposible por desacreditar cualquier hallazgo, científico o de otro tipo, que sugiera que el calentamiento global se debe a causas humanas. Independientemente del sesgo político, sin embargo, el material está excelentemente bien presentado y la evidencia que muestra la gravedad del asunto, desde tantísimos puntos de vista, es abundante: cómo la temperatura global ha aumentado a la par con las emisiones de dióxido de carbono, los efectos que esto ha tenido en la reproducción de las especies y sus ciclos naturales, el impacto en los ecosistemas, el cambio en las corrientes marinas, las potenciales inundaciones de las costas y las consecuentes migraciones masivas. Todo ello está sustentado con evidencia científica que utiliza para concluir que hacer algo--cualquier cosa--por salvar el medio ambiente está en nuestras manos.

Desde luego, yo no soy científico ni me especializo en el medio ambiente así que Al Gore me pudo haber engañado a mí y a todos los que nos creímos su cuento. Por lo mismo, después de ver la película me puse a buscar críticas y alabanzas sobre el trabajo de Gore (y Guggenheim, el director) para llegar a mis propias conclusiones. Desde luego, encontré innumerables sitios que listan los errores y omisiones que hace Al Gore en su crítica al calentamiento global. Este es un ejemplo y la mayoría de los sitios que critican el trabajo de Gore lo hacen con fundamentos parecidos:

http://eteam.ncpa.org/commentaries/the-truth-about-al-gores-film-an-inconvenient-truth

Otros sitios descubren los errores pero mencionan que, en general, los científicos están de acuerdo con la evidencia presentada:

http://business.timesonline.co.uk/tol/business/law/corporate_law/article2633838.ece

Y por último otros, como este artículo del National Geographic, minimiza los errores arguyendo que no demeritan el éxito en el planteamiento de Gore:

http://news.nationalgeographic.com/news/2006/05/060524-global-warming.html

Éste es un artículo que el famoso economista Paul Krugman publicó recientmente en el New York Times a raíz del anuncio del Nobel para Gore.

Después de leer tantos artículos, mi conclusión es que aun si aceptamos que los argumentos de Al Gore son muy políticos y que, contrario a lo que él sustenta, no hay suficiente evidencia para concluir que las causas del calentamiento global son humanas, ello no implica que no podamos hacer nada para evitarlo. El aumento de la temperatura, sea o no antropogénico (causado por los hombres), está ahí, y si está en nuestras manos tomar decisiones para hacer algo al respecto, ¿qué nos detiene?

Ahora, la verdad incómoda no sólo incomoda a Bush y los republicanos o a aquellos dueños de grandes fábricas que prefieren no gastar en artefactos que controlen sus emisiones de contaminantes para evitar mermar sus ganancias. La verdad de Gore es también incomoda para nosotros. Alguien en México va a leer estas líneas y va a pensar, por ejemplo, en las insensateces y el egoísmo de Estados Unidos al rehusarse a firmar los acuerdos de Kyoto...

Pinches gringos...

Pero esa misma persona nunca ha pensado en comprar bombillas fluorescentes para ahorar energía o en bajarle al aire acondicionado o a la calefacción sin que esté innecesariamente al máximo o simplemente en reciclar.

En este sitio que promueve la película hay muchas sugerencias para reducir el impacto de nuestro consumo de energía sobre el medio ambiente (y en muchos casos, ahorrarnos una buena lana):

http://www.climatecrisis.net/takeaction/whatyoucando/index.html

11.10.07

¿Es verdad que los más educados son más felices?

Hace unos meses empecé a trabajar con un colega japonés en una investigación sobre la felicidad y la satisfacción laboral utilizando una base de datos de trabajadores sindicados en Japón. Uno de los resultados de nuestro estudio es que las personas con mayores niveles de educación están más satisfechas en su trabajo y más contentas en su vida en general. Esto aplica para personas con niveles de licenciatura, carreras técnicas y posgrados--es decir, para niveles más allá del bachillerato. Los trabajadores que no tienen título de preparatoria pero que completaron la secundaria, también están contentos tanto en lo laboral como en lo personal--aunque no tanto como los que tienen licenciatura o un título más alto. ¿Qué explica esta relación entre el nivel educativo de una persona y su satisfacción laboral?

La respuesta no es sencilla. En otros países, la relación entre estas dos variables es de hecho muy distinta. En Estados Unidos, por ejemplo, la asociación es muy sencilla: a mayor educación, mayor satisfacción. Si pensamos que una mejor educación nos ofrece oportunidades de trabajo más atractivas y mejor remuneradas, esto tiene sentido: con un mejor sueldo podremos comprar un mejor carro, una casa más grande, podremos ofrecer una mejor calidad de vida a nuestras familias, y estaremos más satisfechos.

Sin embargo, un mejor trabajo, aunque ofrece mejor salario, también implica mayores responsabilidades, más preocupaciones, más horas en la oficina y menos con la familia. De hecho, en Gran Bretaña sucede lo opuesto a Estados Unidos: ¡un mayor educativo está acompañado de una satisfacción en el trabajo menor! Andrew Clark explica este hallazgo con una teoría aspiracional que dice que los que tienen más educación, tienen mayores aspiraciones--pero no todos alcanzan sus metas. Es el típico ejemplo del taxista que tiene una licenciatura en contabilidad... o sin ser tan drásticos, el licenciado en administración que trabaja en una empresa y que nunca es promovido porque las vacantes en puestos más altos son muy limitadas.

Hasta ahora, no he encontrado otras investigaciones que concluyan cuál es la causa de estas relaciones entre educación y satisfacción laboral o felicidad personal. Lo interesante es que en Japón los que tienen preparatoria son los más infelices, mientras que los empleados con maestrías y doctorados son los más satisfechos. Pero me sigo preguntando... ¿por qué?

Como todavía no tengo respuesta, no puedo concluir nada... pero de lo que sí puedo escribir es sobre mis conjeturas. Platicando con mi coautor y leyendo artículos en internet, me di cuenta que al parecer el estatus o posición social de una persona en Japón es muy importante. Un académico japonés-americano muy famoso, Edwin Reischauer, escribió en los 50s que las jerarquías ocupan un lugar muy significativo en la vida japonesa: de esas jerarquías viene precisamente, por ejemplo, el respeto a los ancianos o el predominante rol del hombre--y el correspondiente rezago de la mujer--en el ámbito profesional. Del mismo modo, es posible pensar que aquellas personas que tienen un título universitario o, aún mejor, de maestría o de doctorado, deriven una gran satisfacción del puro placer de saberse superiores en la escala socio-académica-cultural japonesa.

Sin embargo, otro dato interesante de la cultura japonesa es que la presión que enfrentan los trabajadores, en especial aquéllos con mayores niveles educativos y en mejores posiciones laborales, es mucha. Esta competencia intensa entre colegas de trabajo se ve reflejada en las altas tasas de suicidio que tiene ese país--la más alta entre las naciones industrializadas, y la 8a más alta en el mundo según Wikipedia. Lo peor del asunto es que el suicidio no es el único malestar social causado por el enfermo deseo de sobresalir y ser el mejor entre los trabajadores. Desde los 60s, se ha venido incrementando el número de demandas interpuestas por las familias de trabajadores que han muerto a causa de exceso de trabajo. Tan cotidiano se ha vuelto este problema que los japoneses han acuñado un término para referirse a estas muertes por exceso de trabajo: karoshi. Y, a la vez, se ha tornado tan preocupante que el gobierno japonés recientemente ha propuesto reformas a las leyes laborales que hasta el momento no regulan ni el número de horas trabajadas ni la compensación recibida por los trabajadores (de hecho, por si fuera poco, otro problema es que los trabajadores no quieren reportar cuántas horas extras trabajan por miedo a represalias por parte de sus superiores).

¿Cómo afectan estas políticas a la satisfacción de los empleados? Todavía no sé... pero por lo pronto les dejo otras informaciones espeluznantes:

http://members.jcom.home.ne.jp/katori/WORKAHOLISM.html
http://www.atimes.com/atimes/Japan/IF02Dh01.html